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Lic Víctor M. Barranco C.
(Publicado en la Edición Aniversaria de El Informador)
“Todo tiempo pasado fue mejor”…asevera el decir popular. Aunque muchos piensen que ese ayer estaba lleno de prejuicios, limitaciones sociales y hasta sanciones morales capaces de hacer al hombre reo de inflexibles conductas y comportamientos, establecidos entonces como “buenos modales”…parientes fisgones y estrictos del entonces concepto de respeto. Vivíamos –en el pasado reciente- llenos de normas y manuales de comportamiento heredados de familia en familia y de sociedad en sociedad que eran consideradas de obligatorio cumplimiento para “las mujeres y hombres de bien”…y para quienes se “formaban” en medio de límites hoy considerados obsoletos y hasta ridículos por las nuevas generaciones. El comportamiento social estaba lleno de regulaciones que, si bien no escritas, establecían conductas de “obligatorio cumplimiento”. Para las damas ir a misa sin velo o sin mantilla, era una ofensa a la casa del Señor. Los pantalones, una provocación satánica!. Las sandalias doradas, etiqueta del vergonzante oficio practicado. Hasta “los quince”, se imponían las “medias tobilleras” y los “vestiditos imperio”. Y ayayayyy que a escondidas alguna se atreviera a “sacarse” las cejas o a pintarse las uñas, los labios, las mejillas…porque había inmediatamente consejo familiar de “juzgamiento” y sanción “frente a la violación de los códigos mínimos de decencia y comportamiento”. Los hombres machos, machotes, usaban solo colores serios en las camisas. Nada que ver un rosado, un fucsia, un vino tinto. Eran de “pelo en pecho”…nada que ver con el hoy depilado de moda!. Las cosas cambiaron cuando se impusieron -en los sesenta- unas camisas vaqueras de colores y cuadros chillones, que todos usaban porque “salían” en la cuña de Marlboro. Luego los Hippies cambiaron radicalmente usos y costumbres…¿Un zarcillo en la oreja de un hombre? ¿Secarse el pelo? ¿Hacerse “mechitas”? ¿Una camisa con encajes?...solo si uno estaba obstinado de la vida y quería que los padres “lo ahorcasen”. Es más, hubo una época -anterior a la nuestra- cuando solo se usaba para el aseo “jabón azul” y “jabón de olor”…ya advertirán ustedes, con cuál ejercía su higiene el hombre de aquel momento. Era de rigurosa obligación tener una “bata de baño”…un batón hecho del mismo material que “los paños”, que permitían salir de ducharse al cuarto, sin romper ninguna regla…porque cuidadito y salir envuelto en una toalla!!. Era de “mala educación” andar en pijama o “bata” en la casa. Esas eran vestimentas solo para la intimidad de la habitación. Se tenía una ropa para el colegio, una para la casa y una “para salir”. El “estreno” era en Semana Santa, o en Navidad…y papá o mamá escogían lo que se iba a estrenar a su gusto, y a uno le parecía que eso era perfecto!...nadie protestaba. Las niñas de mejor posición económica, “estrenaban” los domingos para la misa. Cuando a los muchachos le “gustaba” alguna joven, se le “declaraban” por carta, y si ella “era decente”...se tomaba por lo menos quince días en contestar. Hacerlo de inmediato, era un riesgo de ser tomada como casquivana…”sebosa” la llamaban en esa época. Las “visitas” a “las conquistas” eran de 7 a 9 de la noche, un par de veces en la semana, y rodeado de casi toda la familia. “Las salidas”…solo a Misa de 10 de la mañana, y de allí a Vermouth en el Cine, con chaperona y todo. “Las exiguas libertades” se daban en las muy concurridas Misas de Aguinaldo, cuando en alguna oscuridad uno “le robaba” un beso a la amada…en la mejilla. O en una audacia propia del amor, la tomaba de la mano!. Los mensajes de amor, o de galantería, casi siempre se escribían en un libro de “autógrafos” que las jóvenes tenían. En él, se asentaban lo que hoy pudieran considerarse tremendas cursilerías, pero que en aquel momento, eran de uso cotidiano…una, a modo de ejemplo, escrita en la última página del librito en cuestión: “quien te quiera más que yo…que firme en la página siguiente”.
Se usaba el telegrama para felicitar por el cumpleaños y algún nacimiento. Las flores, y las serenatas eran un detalle que conmovían también a “la suegra”!. ¿Salir solos una pareja de enamorados a la playa o a una fiesta como hoy?...ni pensarlo!.. ¿Amigos o amigas con derecho?.. Ave María purísima!!
En las fiestas, uno primero “solicitaba permiso” a los padres para bailar con alguna “pavita” de nuestro gusto, y si estos asentían, solo entonces uno la “sacaba” a bailar…imagínense a un joven de nuestros días, cumpliendo esa ceremonia!. Además, a lo más que uno llegaba al “intimar”, era bailar “cachetico pega´o”, o llevarse la mano de “la pareja” al hombro…nada de “perrea nena, perrea”…y para colmo, en solo una canción por set, que era cuando la orquesta o el pickup tocaba el único bolero cada seis “piezas”. En algunas fiestas, incluso, se usaba “el carnet de baile”…para el control paterno y la limitación de las solicitudes. Nadie, al no más conocerse, se decía mi amor. Mucho menos besarse en la mejilla. Para esos “avances”, había que estar comprometido oficialmente!...incluso, se “cruzaban aros” como para “asegurar” la palabra empeñada. Es más, ni siquiera el matrimonio civil daba derecho a alguna intimidad, se les recordaba “que estaban casados, solo de la cintura para arriba”….No se proferían palabras altisonantes delante de una dama, ni de persona desconocida, ni de mayores. Era de “caballeros” abrir la puerta del carro a una dama. “Un caballero siempre le abre la puerta a una señora, le cede el asiento, le cede el paso, la ayuda a quitarse el abrigo o le ayuda a cargar cosas”… igualito que hoy en día!. “Un caballero nunca hace preguntas como: "¿Te vas a comer todo eso?", "Oye amiga comes como un remordimiento...mucho más que un despecho!", "¿Cuántos años tienes?" …pues "a una mujer no se le pregunta a dónde va, de dónde viene, ni la edad que tiene"…
Pendejo, que ha pasado a ser palabra de uso cotidiano después que Uslar Pietri la usara en público… era sustituida por “bolsa”, “bolsiclón”, “pistola”; “Fulano si es pistola”, se oía con frecuencia. Sin dudas, mucho menos altisonante que la apenas hace semanas permisada por la alta jurisdiccionalidad, y que se disimulaba con un “hijo de la graaaandísima Bretaña”… Cuando una dama veía por primera vez a una niña…o a una joven, poco afortunada físicamente…no decía que era fea, cuando le preguntaban ¿Qué te parece la hija de fulana?…se limitaba a contestar. “tiene juventud”. ¿Una flatulencia en público?...significaba el destierro de la casa donde se osara tremenda asquerosidad…en contraste con las series de televisión actuales donde, ellas y ellos protagonistas, lo hacen con usual desparpajo… aunque no faltaba algún osado que lo justificara entre amigos, diciendo “prefiero perder un amigo, que molestar el estómago”. Los “condones” eran una mercancía clandestina y pecaminosa. Si alguien iba a una farmacia a comprarla, esperaba a que no hubiese nadie que pudiera oír lo que se pretendía comprar…y si la dependiente era mujer, entonces se iba sin el ominoso preservativo…Que alguien contestase el teléfono diciéndote “mi vida” o “mi amor” sin conocerte, imposible que ocurriera. El señor o señora, siempre por delante.
Se le “pedía” la “bendición” a los padres, los tíos, abuelos, padrinos y hasta a los sacerdotes y no se “tuteaban” como hoy….los menores aceptaban en silencio respetuoso cualquier regaño de cualquier mayor…porque si los padres se enteraban que algún comportamiento mereció una reprimenda de un mayor, entonces ellos también le regañaban, y hasta podían castigarlos. El maestro era figura de autoridad y respeto. Impensable contestarle de mal tono. En clases, si entraba alguna persona, los alumnos debían ponerse de pié y dar los buenos días o las buenas tardes, y no se sentaban hasta que el maestro no se los indicase. A las compañeras “ni con el pétalo de una rosa”. Si el papá, mamá, el maestro o alguna persona mayor llamaba, se debía contestar: “¿señor?”…pues contestar: “¿qué?” era sinónimo de irrespeto. Si “se encontraba” algún dinero en la calle, en la bodega…era conminado a regresarlo inmediatamente, so pena de un “coscorronazo”!. Los padrinos, eran –o a lo mejor solo se sentían- una especie de “padres alternos”. Estaban pendientes y establecían vínculos afectuosos permanentes con sus ahijados. El famoso “cachete” –moneda de 5 Bs llamada también fuerte- era el regalo esperado en cada visita del compadre de papá.
Era irrespetuosamente grave, que un menor se “metiera” en una conversación de mayores. Que interrumpiera algún diálogo de adultos, por muy banal que éste fuera. Una mirada penetrante, “un cambio de luz” en la cara de papá o mamá…bastaba para que uno entendiera que estaba de más. Hoy, nada que ver. Una vez, me quedé mirando a mi nieto (6 años) a ver si captaba el mensaje de su interrupción discordante, y me espetó: “epa abue…¿y entonces?”…
Era considerado inelegante comer con la boca abierta o hacer ruido al masticar, eso que llamaban “chasquear”. Hacerlo con las manos, o chuparse los dedos mientras se degustaba cualquier cosa divina. Lo que conllevó a esa especie de violación exquisita de la norma, en la intimidad de algunas casas, que consecuenció frases como “más sabroso que comer con las manos”…”más rico que chuparse los dedos”. La mesa era, una especie de santuario. La comida… excusa para la diaria y respetuosa reunión en familia. “La mesa se respeta” fue un estribillo que aquellos que tenemos más tiempo siendo jóvenes que otros, “vejetes” de esta época, oíamos con frecuencia. No “se podía jugar con la comida”. Ni los niños ni los mayores podían hacer bolitas con la miga de pan, echar cuentos, alzar la voz, gritar, pelear, reírse desproporcionadamente. Había que comerse, sin chistar, todo lo servido en el plato. “En la mesa no se grita. Las cosas se piden sin levantar la voz. Si es preciso se repite, pero no se levanta la voz.” “A la mesa se sienta uno vestido, no se debe sentar con ropa interior o pijamas. No se juega con la silla. Las sillas han sido hechas para sentarse no para jugar, o ponerse en pie sobre ellas”. Mucho menos, limpiarse los dientes con los dedos, o “escarbárselos” con algún palillo. Tan seria era la norma, que algunos al usar el palillo, se tapaban la boca con una mano…como para alivianar la infracción que estaban cometiendo. Y de eructar, wekele!!!...la propia cochinada!. De igual manera que escupan en cualquier lado. Que estornudasen o tosieran, sin taparse la boca ni voltear la cara. Igualmente desagradable a la vista, y al buen comportarse, que los hombres se rascasen o tocasen “las que te conté” en público…cuando hoy, y gracias a los bailes de Michael Jackson “tocarse “adelante” es “un paso de baile...
De mal educados, “meterse” el dedo en la nariz y “hurgarla” en público, o “sonársela” buscando alivianar cualquier dificultad respiratoria. Que se riesen de los demás, sin disimular, o que señalaran con la boca al “interfecto” de quien se estaba hablando, no precisamente en positivo. Que masticaran el chicle con la boca abierta. No lavarse las manos después de ir al baño o antes de sentarse a la mesa, o no pedir permiso para tomar alguna cosa. Que tirasen basura en cualquier parte. Que se rascaran las nalgas, acomodaran “la panty”, o cualquier manipulación “indecorosa” de la vestimenta o el cuerpo en público. Que se descalzaran o que les diera por beber del “pico” de la botella o del “cartón” de la leche o el jugo. Carreño, a quien muchos citan sin siquiera haberlo leído, solo por la repetición de alusiones que siempre han tenido cada vez que papá, mamá o algún mayor corregía algún comportamiento…aconsejaba: “El muchacho que puede entrar en un cuarto sin caerse, que tiene seguridad en su comportamiento sin llegar a la exageración, que se levanta cuando alguna señora entra a la pieza en que se está, que viste apropiadamente, es un joven valioso. No basta con ir limpio y pulcro, hay que buscar además que las ropas sean apropiadas. No es posible pensar que un muchacho que es demasiado flojo para limpiar sus zapatos, cepillar su traje o cortarse el pelo tenga energías para dedicar al trabajo. La gente juzga siempre por las apariencias, así pues, mi querido joven, preocúpese porque su apariencia sea agradable",. Hoy, la “libertad”, “la espontaneidad”, ha barrido con esos esquemas de comportamiento. Algunos, definitivamente excesivos…pero otros, capaces de hacernos exclamar…ah mundo, los buenos modales!
Recuadro 1:
Un profesor de urbanidad, señalaba en una conferencia: “Si usted se crió en una casa como la mía, "buenos modales" era como el nombre de la calle en la que vivía. Para empezar, "Por favor" y "Gracias". El "menú" se completaba con respeto, tacto, paciencia, consideración y todas las demás cosas importantes para un mundo civilizado. Vamos a una reunión social, y no hay el respeto que se daba a los conversatorios o tertulias de años atrás, en los cuales se respetaban la palabra del expositor, o se le permitía que expusiera sus puntos de vista. Hoy no se deja hablar, cree tener la razón quien más grita o habla, y si acaso no tiene un cigarrillo en la mano y está viciando el aire de los contertulios, está hablando en forma tal ya sea acercándose la rostro o agarrando por el brazo para que le escuchen. No se respeta la palabra del ilustrado, del culto, ya cualquiera con leer el periódico, o ver la televisión, piensa que está preparado para una charla, en la que importa es sobresalir sin tener en cuenta los motivos de exposición. Y si ha tenido la oportunidad de ir a una sala de cine, ni se diga…el espectador monta los pies en la silla, se trae un montón de dulces, cotufas, y a rumiar durante la película, y si fuma, prepárese para recibir el humo en el cabello, por que aunque está prohibido fumar en los recintos cerrados, pero por curiosidad y ley de los contrarios, a las personas les gusta llevar la contraria en los sitios en los cuales pueda hacerse notar, es decir sobresalir, y si acaso no se pone a hablar o hacer el romance con la pareja si va acompañado, que hace que la diversión del espectador se convierta en preocupación y distracción contrarias… Los buenos modales son compañeros del respeto”… terminaba diciendo en su exposición el hoy, sin dudas, fuera de lugar expositor.
Recuadro 2
Aseguraba Carreño: "¿Sabía usted que es de pésimo gusto caminar por la calle con las manos metidas en los bolsillos?, ¿o que es asqueroso taparse la nariz con la mano al estornudar?, ¿o que no hay nada más repugnante que esa sombra en la cara de los hombres que da la barba renaciente?, ¿o que la cama matrimonial expuesta a las miradas de los visitantes es signo inequívoco de vulgaridad?". “Jamás empleemos los dedos para limpiarnos los ojos, los oídos, los dientes ni la nariz. La persona que hace esto, excita un asco invencible. No olvidemos asearnos con un pañuelo ambos lagrimales, pues pocas cosas hay tan repugnantes a la vista como el humor que en ellos se deposita pasado cierto número de horas. Cuidemos de no recostar nuestra cabeza en el respaldo de los asientos, para preservarlos de la grasa del pelo. Las mujeres deben procurar no estar desaliñadas dentro de su casa, aunque realicen labores domésticas. Es un acto vulgar y grosero nombrar a una persona, al solicitarla en su casa, sin anteponer la palabra señor o señora.”
Diario El Informador 30.01.12
Edición 44 Aniversario
Lic. Víctor M. Barranco C.
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